Cuando le decimos a alguien "¡que te den morcilla!" expresamos nuestro descontento y nuestro enojo. Al igual que MANDAR A FREIR ESPÁRRAGOS, es una muestra de enfado con la que concluimos una conversación molesta o nos desprendemos de quien no nos agrada. La frase tiene su origen en una antigua costumbre: Se ponian en las calles morcillas envenenadas para matar a los perros callejeros, porque estos propagaban la peste y las enfermedades. En relidad, los pobres perros no trasmitian enfermedades: la causa estaba en la falta de higiene y en la suciedad de las ciudades antiguas.
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